QUIENES SOMOS?

H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) es una agrupacion creada en 1.995, a partir de la necesidad de juntarnos, reconociendonos en las historias comúnes, reivindicar la lucha de nuestros padres y sus compañeros, buscar a nuestros hermanos apropiados, luchar contra la impunidad. A más de 15 años seguimos luchando por la cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas de la última dictadura militar, sus cómplices, instigadores y beneficiarios.

viernes, 26 de agosto de 2011

Una justicia más justa: destituyeron a Romano, partícipe de la dictadura

Comunicado de prensa


El camarista federal mendocino Otilio Romano fue destituido ayer por el Consejo de la Magistratura por su participación en 103 delitos de lesa humanidad.


En marzo de este año fue destituido Luis Miret, otro juez partícipe de la última dictadura, procesado por cuatro delitos de lesa humanidad.


Éstos son pasos históricos que da la Justicia argentina para seguir avanzando en el proceso de Juicio y Castigo a los genocidas y sus cómplices. La Justicia no puede seguir teniendo integrantes que en tiempos de genocidio estuvieron en centros clandestinos de detención, que rechazaron pedidos de hábeas corpus de desaparecidos, que adulteraron documentos públicos para permitir la apropiación de niños o el robo de bienes.


Romano y Miret deben ser juzgados y condenados por la participación que tuvieron en el terrorismo de Estado. Detrás de ellos deben ir todos los que hayan participado en los crímenes cometidos contra la humanidad, como Juan Martín Romero Victorica, involucrado en la apropiación de Victoria Montenegro, hija de desaparecidos.


En nuestra provincia tenemos a Manlio Martinez, señalado por aceptar testimonios de personas secuestradas en evidente estado de tortura y que fuera recientemente indagado por su participación en delitos de lesa humanidad durante el Terorismo de Estado. La fiscalía estimó que hay pruebas suficientes de que el ex magistrado participó en el fusilamiento de 5 militantes montoneros en el Bº Echeverria (juicio que tuvo sentencia en marzo de este año con perpetua para todos los responsables) a través del incumplimiento de sus deberes de funcionario público como forma de garantizar la impunidad de los policías y militares que cometieron estos hechos materialmente, o que dieron las órdenes para que se cometieran.



NI OLVIDO - NI PERDÓN

JUICIO Y CASTIGO

30.000 compañeros detenidos-desaparecidos: ¡presentes!

jueves, 4 de agosto de 2011

Siento un orgullo enorme por ser la hija de quien soy

Tenía 31 años Sabrina Gullino cuando una cédula policial la puso ante la encrucijada de su vida. Un cabo golpeó a la puerta de la casa familiar de Ramallo con un papel en el que decía que su padre debía presentarse ante el Juzgado Federal de Paraná en una causa “Trimarco, Juan Carlos Ricardo y otros…”. El hombre recordó que una vez había chocado en la ciudad, pero no podía ser. “¿Vos vendías merca? ¿Como no nos compraste una casa a cada uno?”, fue la primera reacción de la chica.
Sabrina siempre supo que era hija adoptiva de un bioquímico y una maestra jubilada, pero después de que su hermana gugleara los datos de la cédula volvió a plantearles la posibilidad de que fuera hija de desaparecidos. “Miren que si esto tiene relación con la dictadura, van presos”, les dijo a sus padres. Pero ellos insistieron en que los trámites de adopción se habían realizado legalmente, a través de un Juzgado de Menores.
Era noviembre de 2008 y para entonces Sabrina ya había tenido algunos contactos con la filial Rosario de Abuelas de Plaza de Mayo, por lo que cuando estuvo ante la jueza federal Myriam Galizzi no dudó en acceder a la extracción de sangre.
Veinticuatro días después un estudio de ADN confirmó que Sabrina es hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, militantes montoneros desaparecidos durante la última dictadura militar, y que nació en el Hospital Militar de Paraná en marzo de 1978. Fue la nieta número 96 a quien las Abuelas de Plaza de Mayo restituyeron su identidad.

RAQUEL Y TUCHO. Raquel Negro fue secuestrada el 2 de enero de 1978 en el centro de Mar del Plata, junto con su pareja, Tucho Valenzuela, y su hijo Sebastián. El mismo día fueron trasladados al centro clandestino de detención Quinta de Funes, en las afueras de Rosario, donde estaba casi toda la cúpula regional de Montoneros.


En marzo la mujer fue trasladada a dar a luz en el Hospital Militar de Paraná, en un operativo coordinado por personal del Destacamento de Inteligencia 121, e internada como sobrina del entonces jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo Fortunato Galtieri, bajo el nombre de María Amarilla.
Raquel Negro estuvo alojada en la Sala I del Hospital Militar, bajo la custodia de personal de las Fuerzas Armadas, hasta que dio a luz a mellizos, un varón y una nena. Luego fue devuelta sin vida a Rosario y su cuerpo habría sido arrojado al mar.
Según la investigación judicial, al día siguiente de su nacimiento los mellizos fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría, por complicaciones en su salud, e ingresados como “López, Soledad” y “López, NN”. Según el relato de Constanzo, el varón habría fallecido por un problema respiratorio –aunque se investiga un posible traslado al Hospital de Niños– y la nena fue dejada en el Hogar del Huérfano de Rosario.
El traslado de Raquel Negro a Paraná se realizó poco después de la Operación México, por la cual Tucho Valenzuela debía viajar al Distrito Federal y facilitar el asesinato o encarcelamiento de la cúpula de Montoneros. Sin embargo, a pesar de que su mujer permanecía como rehén, una vez allí, huyó, desbarató la operación y denunció públicamente las graves violaciones a los derechos humanos que se cometían en los centros clandestinos de detención rosarinos.
–¿Qué te habían contado sobre tu origen?
–Mirá cómo se dieron las cosas: mis padres vivían en Ramallo, pero ellos siempre miraban el noticiero de Rosario porque mi mamá es de allá. Un día vieron una noticia sobre una nena que había sido abandonada en el Hogar del Huérfano y mi papá, en broma, le dijo que tal vez les tocaba ese bebé a ellos. A los dos o tres días los llamaron del Juzgado de Menores para decirles que tenían una beba para entregarles y el propio juez les dijo que podían esperarla o ir a buscarla directamente al Hogar del Huérfano. Mi papá preguntó si era la beba del noticiero y le contestaron que sí. Esa misma noche ellos tomaron la decisión de que cuando me contaran sobre mi origen lo harían desde el momento en que me recibieron en el Juzgado, pero no que me habían abandonado en la puerta de un orfanato, porque les parecía que era una imagen muy oscura para un chico que tenía que crecer con el conocimiento de que era adoptado, como para encima cargar con eso. Y recién me lo contaron cuando nos citaron para la extracción de sangre, y yo al principio me enojé, pero después entendí que lo habían hecho para protegerme.
–¿Cómo reaccionaste cuando te enteraste que eras hija de desaparecidos?
–Es como raro ese sentimiento. A mí me contaron de chiquita que era adoptada. Mis viejos son personas sencillas y no me podía hacer a la idea de que tuvieran conexiones con ningún tipo de poder. Además, yo había charlado con mis padres sobre la posibilidad de que fuera hija de desaparecidos y ellos no lo creían posible porque la mía era una adopción legal, que se había hecho a través de un Juzgado de Menores, después de esperar más de dos años que les dieran un bebé. Y cuando llegó la cédula del Juzgado Federal de Paraná yo no pensé que me estuvieran convocando a mí sola sino que habían llamado a varios chicos que pudieran haber nacido entre la fecha en que se produjo el parto. Pero, a la vez, empecé a leer cosas sobre la historia de Tucho y Raquel, y cuando vi que había un hermano que me estaba buscando me desesperé, porque con la figura de un hermano todo te cambia.

CÓMPLICES. Es un jueves de invierno disfrazado de otoño. Está fresco pero no frío a la vera del río. Sebastián permanece al lado de Sabrina en silencio mientras ella cuenta su historia. Tienen los mismos rasgos, boca grande, nariz ancha y mirada profunda. “En realidad, él camina un poco más jorobado para no ser más alto que yo”, exclama ella. Y suelta una risotada.
Cuenta Sebastián que militantes que conocieron a su mamá contaron que Raquel “era como muy desalineada, no era una mujer coqueta ni de mirarse en el espejo; a tal punto que tenían que decirle que se vistiera un poco mejor y a veces hasta le prestaban ropa para cambiarle la imagen. Y nosotros somos un poco así, también”.
Sin embargo, Sabrina intenta un poco desmentir esa imagen. Frente al espejo se arregla el pelo y se acomoda el pulóver de cuello ancho. Entonces se preocupa por las fotos: posa varias veces ante la cámara, le indica a su hermano cómo hacerlo y finalmente elige algunas con el fotógrafo.
Hay complicidades. Ella lo reta, él no le hace caso. Permanentemente se ofrecen miradas y se buscan antes de responder. “Tenemos una manera de ser muy parecida. Nos sentimos cómodos cuando estamos juntos y nos entendemos en la manera de hacer bromas, somos muy compinches. A veces, en alguna reunión en la que hay mucha gente, salimos con alguna desubicación, pero nosotros nos divertimos así”, suelta Sebastián, y Sabrina asiente sin poder contener sus carcajadas.
“Mientras esperaba el resultado de los análisis caminaba por las paredes. Yo no podía decir nada, pero me conseguí una foto de Sebastián y pensé que él sabía todo porque trabajaba en la Secretaría de Derechos Humanos. Entonces todos esos días, cada vez que salía de mi casa, miraba para todos lados a ver si había algún chico espiándome”, recuerda Sabrina ahora en la casa de su “tío Negro”.
Sabrina recibió la confirmación de que era hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela un sábado a la mañana en Rosario. Era 20 de diciembre de 2008. “Hice que me leyeran por teléfono las veintipico de páginas que tiene el estudio”, recuerda.
“Enferrrma”, reacciona Sebastián tomándose el rostro.
“En ese momento yo estaba leyendo Recuerdo de la muerte (de Miguel Bonasso) y me parecía que debía terminarlo antes de llamar a Sebastián. No sé por qué. Esa noche no había dormido, pero me levanté a las seis de la mañana, terminé el libro y a las ocho y media lo llamé”, continúa ella.
Sebastián trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe y recibió la noticia unos minutos después. Enseguida hablaron por teléfono y esa misma tarde se encontraron en Rosario.
–¿Cómo vas construyendo las nuevas relaciones que se te presentan?
–Es una sensación muy fuerte el hecho de tener hermanos, y a mí se me juntan muchas cosas. Me siento responsable por no haberme hecho el ADN antes, tal vez por haber tenido todo como muy blanqueado, sin puntos oscuros y con una muy buena relación con mis viejos. De alguna manera, cuando me enteré de toda esta historia lo sentí como una carga por no habernos podido criar juntos o no habernos encontrado antes. Es como que nos perdimos algunas cosas, pero me parece también que lo más saludable es no pensar lo que pudo haber sido sino lo que es. A la vez es complicado porque nos encontramos como personas adultas y eso moviliza muchas cosas. Pero yo creo que las relaciones se van construyendo todo el tiempo y nosotros, a pesar de vivir en ciudades distintas, tenemos mucha afinidad, somos muy unidos y nos hablamos por teléfono todos los días (risas).

DE AVENTURAS. Sabrina es licenciada en Comunicación Social, trabaja en un estudio de comunicación y diseño con una compañera y participó de la cooperativa de animadores de Rosario. Le gusta la ilustración y ha desarrollado algunos dibujos animados, aunque todo quedó postergado a partir de la restitución de su identidad. Hasta hace un tiempo solía nadar aunque ahora ha abandonado las piletas. En cambio, ahora se acercó a la militancia a través de Hijos Rosario.
A los dos les gusta viajar. Sebastián recorrió el sur argentino de mochilero y Sabrina, hace un tiempo, estuvo en Centroamérica. “En otra época hubiéramos mochileado lindo, pero ahora tengo dos hijos y estoy retirado”, apunta Sebastián.
Y ambos recuerdan que a poco de conocerse, ella le pidió que la acompañara a visitar a la familia de Tucho, en San Juan. “Él me contestó que me iba a acompañar adonde yo quisiera”, cuenta orgullosa ella. “Fue muy fuerte porque cuando llegamos estaban todos esperándonos en la terminal. Fue muy emocionante”, acotó.
–La mayoría de los hijos de desaparecidos a quienes les restituyen la identidad, enseguida deciden cambiar sus nombres, pero no es tu caso. ¿Pensás hacerlo en algún momento?
–Eso no lo tengo muy definido todavía…
Sabrina deja la respuesta envuelta en un gran silencio. Pero entonces habla Sebastián: “Lo de ella es especial, porque fue adoptada legalmente y es medio fuerte decirle a su familia que va a cambiarse el apellido. Eso es una cuestión que tiene que ver más con la tradición y yo no tengo ese cuestionamiento, no soy ortodoxo. Algunos chicos lo hacen porque vienen de familias apropiadoras y con historias muy feas, pero ella me lo planteó una vez y yo le dije que para mí no tenía ningún significado que se cambiara el apellido; no suma ni resta nada, con sentirla como mi hermana e hija de Tucho y Raquel está bien. Y si ella quiere hacerlo en algún momento, también está bien, pero no es una obligación”.
–¿Cómo te relacionás con la historia de tus padres?
Sabrina hace un silencio y suspira profundo. Entonces ensaya una respuesta.
–Va mutando. Uno va haciendo sus procesos. A mí me da un orgullo enorme ser hija de quien soy. La identidad no es algo fijo, estático, sino que se va construyendo todo el tiempo y que vamos construyendo desde lo individual y desde lo colectivo. A veces me da un orgullo inmenso, una admiración muy grande cuando pienso en el compromiso que asumieron mis padres. Mirá: yo tengo una gran admiración por Juana Azurduy y hace unos días hablaba con un tío y le contaba que Belgrano le entregó la espada como reconocimiento a su lucha. E inmediatamente pensé en mi mamá, hice una inmediata asociación. Y no es que vea a mi mamá como una heroína sino como mi mamá. Pero a veces daría todo por pasar un día entero con ella, para poder charlar con ella, sobre cuestiones de mujeres o de lo que sea. Y esos son sentimientos con los que uno se va encontrando todo el tiempo. Cuando te restituyen la identidad, las Abuelas te entregan un archivo biográfico y cuando escucho la voz de la abuela voy conociendo y construyendo a mis papás a través de su relato y, al mismo tiempo, me voy reconociendo y distanciando de ellos, formando mi propia identidad. Mi mamá es un ser hermoso. Pero a veces estoy enojada porque la querría tener conmigo.

A la espera del juicio
Hace unos días, el Tribunal Oral Federal de Paraná fijó fecha para el 24 de agosto para el inicio juicio oral y público contra cinco militares y un médico civil, acusados por sustracción y sustitución de identidad de Sabrina Gullino.
En el banquillo de los acusados estarán sentados los exmilitares Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Pagano, Jorge Alberto Fariña y Marino Héctor González; junto con el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría, quien se desempeñaba como jefe de terapia intensiva del Hospital Militar de Paraná cuando Raquel Negro fue trasladada a la capital entrerriana para dar a luz.
En la misma causa también estaba imputado Juan Carlos Trimarco, el principal responsable de los crímenes de lesa humanidad cometidos en Entre Ríos durante la dictadura, pero fue declarado inimputable a raíz de un problema circulatorio que le genera una disminución en sus capacidades físicas y psíquicas.
Según consta en el expediente, el operativo fue coordinado por los máximos jefes de la represión en el Segundo Cuerpo de Ejército: Leopoldo Fortunato Galtieri, Luciano Adolfo Jáuregui, Ramón Genaro Díaz Bessone y Trimarco.
Guerrieri era el segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario y fue quien encargó al teniente coronel Marino González el traslado de Raquel Negro para dar a luz a Paraná, puesto que “era el único hospital militar de la zona”, según declaró Constanzo en sede judicial.
El operativo fue coordinado por Rubén Fariña; mientras que Walter Pagano y Juan Daniel Amelong se encargaron de llevar a la nena a Rosario y dejarla en el orfanato. En tanto, el médico Juan Antonio Zaccaría organizó la logística en el Hospital Militar.
–¿Qué expectativas tenés de cara al juicio que se avecina?
–Los juicios tienen una función social y política de reconstruir la historia de nuestro país, porque nos permiten hablar de cosas que trataron de silenciar en su momento. Para nosotros este juicio es como una bisagra para encontrar nuevas pruebas o indicios sobre lo que pasó con nuestro hermano mellizo. Sabemos que Paraná fue un punto estratégico porque allí funcionó una maternidad clandestina y en nuestro caso estamos tratando de encontrar a nuestro hermano mellizo y ojalá que todos los que sepan algo se acerquen a decirlo porque es un momento histórico en el que pueden ayudar a reconstruir una verdad. Nosotros estamos apostando a la vida, queremos saber qué fue lo que pasó y encontrarlo; y tenemos la esperanza de que los testigos podrán hacer memoria y recordar, porque cualquier dato es importante para el fin que perseguimos que es encontrar a nuestro hermano.

Una ley operativa es necesaria

Por María Julia Albarracín

En el avance de las causas por delitos de Lesa Humanidad cometidos durante la última dictadura militar persiste la necesidad de garantizar la protección de testigos, querellantes, abogados y militantes de organizaciones sociales. En este camino desaparecieron Julio López, hecho aberrante que tuvo la clara intención de amedrentarnos. Esto adquirió la atención de la clase política, que recurre al intento de adaptar la "Ley Nacional 25.764", denominada "Programa de Protección a testigos e imputados", creada para garantizar la seguridad de testigos de delitos vinculados al crimen organizado y al narcotráfico. Esta es la ley que se viene aplicando a personas que guardan en sus testimonios historias de lucha por reconstruir la memoria de todos los argentinos, quienes no tienen intención de ocultarse ante las amenazas, son víctimas pero no han sucumbido.

Tucumán, sancionó en 2.006 la ley 7.860, que crea el "Departamento de Protección de Testigos" en el ámbito del Poder Ejecutivo. Es una norma general que está a la espera de ser reglamentada por el Gobernador y de una partida presupuestaria que la ponga en marcha.

El panorama es complejo y la ley no ha sido el marco para resolver situacions de amenazas enTucumán, sin embargo la ausencia legal no nos ha detenido en la marcha de este juicio que se avecina, lo que es una gran ,muestra de fortaleza, de esperanza y el resultado de la perseverancia en la búsqueda por la verdad, el juicio y el castigo.



JUICIO Y CASTIGO

Contamos con un area de Legales, Investigacion y Comunicacion que se avoca exclusivamente al trabajo de enjuiciar a los represores. Investigamos para construir la verdad historia y aportar pruebas judiciales que nos permitan condenar a los imputados de los delitos de lesa humanidad en nuestra provincia. En este trabajo confluyen dos lineamientos generales de la organización: la reconstrucción histórica y el juicio y castigo. Entendemos que estos comlejos procesos judiciales deben ser acompañados de una fuente política de comunicación, para lo cual trabajamos elaborando distintos productos y propuestas. Si querés contactarte con nosotros para aportar información o realizar alguna consulta vinculada con estos trabajos escribinos a: hijostucuman@yahoo.com